domingo, 20 de febrero de 2011

Enredados, de Nathan Greno y Byron Howard


Disney retrocede a los viejos tiempos aplicando el obsoleto recurso del "interludio musical", en el que los protagonistas se ponen a cantar y los dibujos se vuelven fantasías coreográficas. Aparte del capricho del señor Menken, autor de la música, no hay nada grave que objetar -siendo generosos- a los elementos principales de esta mediocre muestra del cine de animación, alicaído últimamente. No obstante quiero señalar un par de momentos, como el del primer contacto de Rapunzel con el exterior, concentrado y expresado en el plano de sus pies tocando la hierba, cuyo trazo y sentido emotivo bien hubiera firmado el propio Miyazaki, el del trenzado de la larga cabellera de la princesa, un brevísimo plano pero de potente puesta en escena, y aún incluso la escena de los farolillos flotando por todas partes.

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