jueves, 8 de diciembre de 2011

La cosa, de Matthijs van Heijningen


Intranscendente pieza que tiene como dudoso mérito el servir de precuela a la versión de 1982. Para contar lo mismo no hacían falta estas alforjas.


En 1951 Christian Nyby rodaba El enigma de otro mundo, según un relato del editor del Asimov primerizo, John Wood Campbell Jr. Más cerca de las películas de terror del monstruo de Frankenstein, del cual "la cosa" es una simple variación de origen cósmico, se encuadra en el género de la ciencia ficción más pedestre o naíf, y claramente vale como pieza metafórica que expresa la tensión de la época de la "guerra fría", donde cualquiera con maneras sospechosas podría considerarse un comunista, es decir, antiamericano, de ahí el mensaje que lanza al final de la película el periodista: "vigilen los cielos". Es interesante observar en ella, a pesar de todo, elementos que pueden encontrarse en películas posteriores, por ejemplo, en Alien.


En 1982 aparecía La cosa, de John Carpenter. Lo más interesante es la introducción en el guión de la capacidad de la criatura, en este caso ciertamente una cosa monstruosa, para transformarse en una réplica exacta de cualquier ser vivo, lo que genera una tensión sicológica entre los personajes que, aunque no está desarrollada, alimenta el hálito de la historia. El segundo aspecto a destacar es el final, cuando los dos supervivientes esperan la llegada de la muerte, ya sea por la aparición del bicho, que probablemente alberga alguno de ellos, o por congelación, dejando un final abierto muy adecuado al tono del género.

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