miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio, de Steven Spielberg


Se juntan un estadounidense y un neozelandés para hacer de un personaje belga un saltimbanqui anglosajón que se pasa toda la película como un monigote de videojuegos, en tediosa sucesión de escenas, a cada cual más inverosímil. Tras expoliar tres o cuatro tebeos de la colección del personaje de Herge y mezclarlos con la ignorante alegría propia de estos paletos deportados, el resultado de tan variada digestión es una ridícula hamburguesa cuya guarnición, en forma de rentable segunda parte, llegará con las próximas vacaciones para que la infancia del orbe todo arrastre a sus respectivos progenitores a colaborar en la sanidad financiera del señor Spielberg y el señor Jackson.

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