martes, 11 de octubre de 2011

El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina, de Stephan Komandarev


Sin alejarse un milímetro de los presupuestos narrativos que, al parecer, vuelven locos a los que dan subvenciones al cine europeo, la película cuenta con impecable mediocridad, entre el tedio y cierta curiosidad histórica, los viajes simétricos de un muchacho amnésico en la actualidad y cuando era chico y sus padres escaparon de la hórrida Bulgaria soviética.

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