Aún de adolescentes enamoradizos, Honoré consigue al menos dotar de cierta energía estilística la narración de su historia al contrario que la tediosa y mediocre Azuelos. Hay en esta película reminiscencias de la Nouvelle vague, ondas que el director recoge y elabora para reconstruir la novela en la que se basa, La princesa de Cleves. La dispersión de los puntos de vista y una estructura igualmente tramada desactivan la posibilidad de profundizar en el personaje de Lea Seydoux (en la imagen). De todas formas, a pesar de ser francesa y esos ademanes de pedantería cinéfila, tampoco está tan mal.
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