jueves, 25 de junio de 2009

Terminator salvation, de McG


Medio en broma confesaba a mi dueña el desencanto que siento ante el cine actual, pero es cierto que, habitante de una ciudad tercermundista, mis opciones se reducen a la raquítica y monocromática cartelera del multicines de cebo y engorde del espectador convencional, no obstante la saludable excepción del cine Avenida. Así, últimamente, cada vez que salgo de una sala de proyección, o incluso mientras estoy en ella, en mi cabeza se generan interminables reflexiones sobre el cine, los cineastas y las películas. Esta de la que toca hablar se inscribe dentro de un nuevo género que llamaremos "cine de siderurgia", no sólo por el material metálico de los personajes de la saga sino por las considerables dosis de ruido, pesadez y rigidez que lastran su estructura y otras cuestiones cinematográficas y la inequívoca sensación de "cadena de montaje" con la que se confecciona. Si ayer exponía la particularidad del cine de comedia y ponía en duda su calidad cinematográfica, de justicia me parece incluir en el lote este "cine de siderurgia", cuya narración da preponderancia a las escenas y secuencias en las que lo único que ocurre es una persecución, una pelea o una batalla, haciendo que las escenas intermedias no sean más que un mero trámite en el relato (son inconfundibles, es cuando se aprovecha para preguntar si queda alguna chuchería que llevarse a la boca) y, sobre todo, anulando ya desde la idea seminal cualquier intención de desarrollar los personajes, el argumento o cualquier ínfimo detalle que pudiera provocar algún estímulo en la nada exigente (y menos aún educada) audiencia.

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