Inevitablemente emparentada con la estética de Pesadilla antes de navidad y el gusto por el rococó escenográfico de Miyazaki, esta aparatosa y tediosa película consume el interés del espectador en el primer rollo. A partir de ahí, agotada la materia narrativa, la peripecia de la protagonista se convierte en la, últimamente habitual, superación consecutiva de niveles de dificultad, como en los videojuegos, a la que se une un magro despliegue de bichitos y ocurrencias varias que, he de confesarlo, me aburrieron hasta el punto de adormecerme durante unos minutos. Lo mejor, sin duda, el breve plano final, posterior a los créditos de cierre, en el que se muestra un momento del making of de este ostentoso cuento hueco.
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