miércoles, 17 de junio de 2009

Presencias extrañas, de Charles y Thomas Guard


Ver una película de miedo a solas en el cine puede resultar inquietante, pero, adiestrado por las torpes convenciones del género, con taparse los oídos a la espera del trallazo de la música o los efectos de sonido que provocan el susto es suficiente para evitar taquicardias. Esta tontuna con chicas monas pasa de la tenebrosa adaptación de Hamlet (hija que sospecha de que la nueva novia del padre pudo asesinar a la madre) al desarrollo típico de los recursos de un género que no es capaz de salir del derroche sanguíneo, fantasmas truculentos y estruendosas bandas sonoras. Para colmo, las piruetas que los guionistas hacen, por ejemplo con el fantasma de la hermana de la protagonista, al modo Amenábar en Los otros, con tal de forzar las situaciones terminan de empaquetar una historia insípida con interés nulo.

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