El danés dedica la película a Tarkovski, y ya me parecía a mí que esos planos de árboles animados por poderosas ráfagas de viento debían mucho a El espejo, la pieza autobiográfica del ruso. La otra anécdota es que Trier, más que abandonar o renunciar al Dogma, simplemente ha hecho una película convencional. Tan convencional que puede llegar a aburrir. Aparte de algunos planos potentes y un prólogo enérgico, la película es una exhibición de tormentos que bien podría dejarnos indiferentes salvo por los dos o tres momentos, marca de la casa, que astutamente inserta el director para salvar una estructura monótona, alguno de los cuales recuerda, por ejemplo, a películas como La isla o incluso La ardilla roja, cuyo autor aún llora por las noches mientras se pregunta "por qué me has abandonado, Coque, por qué".
Medem, pobre Medem...
ResponderEliminarNo me jodas que por una sola película el señor Coque despotrica de él.
El señor Coque, otrora paladín de Medem, ora judas del vasco.
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