martes, 20 de marzo de 2012

Eva, de Kike Maíllo


Sea reconocido el mérito de escribir y producir una película de ciencia ficción en el yermo panorama creativo español antes de entrar a cuchillo. Dos son las referencias evidentes de esta rara pieza; por un lado Blade runner, cuyo aspecto "existencialista" no consigue alcanzar, ni de lejos, un guión anodino y superficial, y a la que apenas puede acercarse con la frase "Qué ves cuando cierras los ojos", una variación flagrante de "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", el portentoso título de la novela de Dick en la que Ridley Scott basa su película. Por otro lado, y asumiendo desagradables hábitos, tenemos a Los otros, la tramposa película de Amenábar que "presta" su argucia intolerable con objeto de escamotear información al espectador para, a traición soez, asombrarle con un giro final ingenioso. Pero, ay, en este caso, y según tengo entendido, los robots ni jadean por el esfuerzo ni duermen, por lo que la eficacia de tal giro está desactivada. Finalmente, la ausencia de referencias a las leyes de robótica establecidas por Asimov es, por supuesto, otro punto en contra.

A modo de "contenido extra" y hablando de robots me he permitido la licencia de añadir una reseña sobre una película que forma parte de la memoria cinematográfica primera de quien suscribe, ya sea por el género o, incluso, por el recuerdo, inevitablemente impregnado de voluptuosidad adolescente, de una Virginia Madsen ciertamente menos guapa que su reminiscencia.


Sueños eléctricos, de Steve Barron, es una curiosa historieta de ordenadores autoconscientes. Casi treinta años después de su estreno, el interés reside en su carácter de "documento histórico" sobre los inicios del desarrollo de la informática e incluso de un rudimentario internet. En el aspecto puramente cinematográfico no deja de ser una simpática comedia romántica con sobrecarga musical en la que se suceden los ritmos de los ochenta a golpe de videoclip (no en vano el productor es Richard Branson) y en la que destaca el personaje del ordenador, una especie de poltergeist melómano y creativo.

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