miércoles, 15 de junio de 2011


Shakespeare es el poeta máximo. Últimamente he revisado tres adaptaciones de sus obras. La imagen superior pertenece a La tempestad, de Julie Taymor, cuyo poderoso elenco encabeza la siempre fascinante Helen Mirren y a la que secundan en méritos David Strathairn, Chris Cooper, el inefable Russell Brand o Alfred Molina. Es esta la versión notable de un texto grandioso, de composición fotográfica impecable, brillante escenografía e interpretaciones de verdadero deleite, desde el histriónico Brand hasta el inopinado Hounsou, de tono limpio y ligera estructura, algo no habitual en el bardo de Stratford upon Avon. Un festín para la vista y el oído y, por momentos, una flecha en el alma.


También es grandioso el texto de Macbeth, pero la versión de Rupert Goold no está a la altura. Si bien la energía de una escenografía impecable, a veces portentosa, y por descontado las exactas y memorables palabras del autor sostienen e impulsan la obra, es en el aspecto interpretativo donde el vuelo pierde altura con un Patrick Stewart algo anodino, por debajo de la magnífica lady Macbeth de Kate Fleetwood, y en la estructura, en esta ocasión algo plúmbea.


Finalmente Titus, también dirigida por Julie Taymor, en la que su evidente habilidad para la recreación visual no tiene contención. La debilidad del texto, la estructura sobrecargada y un Anthony Hopkins ciertamente flojo hacen de ella la peor de las tres.
Aunque, quién ha expresado con tan clara perfección los afectos del ser humano sino él; lo peor de Shakespeare será superior, para siempre, a lo mejor de cualquiera de nosotros.

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