domingo, 26 de junio de 2011

Hermano, de Marcel Rasquín


Con independencia de las cuestiones técnicas y ese aspecto de cortometraje amateur que suda la cinta venezolana la historia no tiene mayor recorrido ni interés, sobre todo, porque el guión está embutido de convencionalismos, trampas, giros previsibles y, como si nadie de la película hubiese visto un partido de fútbol en su vida -igual que el señor Huston y su hilarante representación futbolística en Evasión o victoria- las escenas de juego son calamitosas, por no mencionar la imposibilidad de entender el argot que chapurrean los intérpretes. En definitiva, una chapuza.

Aprovechando el estreno de una película de la ignota -cinematográficamente hablando- Venezuela me llego a esas orillas fílmicas para mencionar otras dos muestras del continente.


Abel, de Diego Luna, plantea una interesante historia con detalles que habría firmado el mismísimo Buñuel. No obstante, a las impecables planificación e interpretación se les contrapone el ligero argumento, más propio de un cortometraje, desembocando en una película por momentos redundante.


Más estimulante resulta El hombre de al lado, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, una desquiciada historia con momentos en los que el guión se rinde a la digresión, al recreo o al camino fácil, casi tramposo, pero en la que destaca la brillante construcción del personaje de Víctor por parte de un imponente Daniel Aráoz (a la izquierda en la imagen superior).

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