Al menos se ha conseguido que los diálogos no den vergüenza ajena, ahora sólo falta construir historias independientes de las convenciones del cine comercial estadounidense, es decir, dejar a un lado esos mohínes atribulados por el "ay que no me quiere nadie, buah buah" propio de las películas de Disney más rancias y soplar en el ánima de los personajes un poco de energía y algo de sinceridad creativa.
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