martes, 9 de septiembre de 2008
De impostores e idiotas
La imagen superior corresponde a la película bautizada en España como Zohan: licencia para peinar (otra desternillante muestra del ingenio de los distribuidores). Siendo una comedia de Adam Sandler, cualquier intento serio de hacer una crítica puramente cinematográfica es inútil, pues esta clase de "precocinados" no tienen mayor mérito (y es bastante) que el de animar una tarde de domingo en casa cuando la ponen por la tele. La cuestión por la que traigo aquí esta locura surrealista de Dennis Dugan no es sin embargo el mensaje político que la impulsa, siguiendo las bondadosas directrices ideológicas de la Alianza de Civilizaciones del presidente del gobierno español. La cuestión, una vez más, es el sufrimiento humillante y hórrido al que nos somete el invento más desgraciado desde la bomba atómica: el doblaje. El doblaje es una plaga, un cáncer, una especie de pesadilla consuetudinaria, y no por ser la elección mayoritaria ha de ser la correcta. En fin, porque a todo el mundo le guste el café, el tabaco o los Beatles tanto como a las moscas les deleita el sabor de los excrementos bovinos no vamos a implantar un sistema que no sólo se caga (nunca mejor dicho) en el trabajo de otras personas sino que además sirve como arma de manipulación, entre otras muchas cosas que ya he mencionado en este mismo foro. El doblaje de Zohan es pésimo, como el de cualquier película estrenada en España, aunque este lo es por duplicado pues a veces ni siquiera es inteligible. Recuerda un poco al de esa horrenda creación de la factoría Lucas que es el repugnante Jar Jar Binks. Para colmo, además, anuncian esta película
(aquí se llamará Hermanos por pelotas... pelotas tiene la cosa, ¡rediós!)
usando como "señuelo" que Santiago Segura y Florentino Fernández pondrán la voz chispeante y divertida a esta comedia. Pues ya puestos, que pongan su imagen también, total, qué más da. Me pregunto si la gente compraría los discos... (no seamos ingenuos) si la gente se bajaría los discos de los Beatles en caso de que la voz de un tal Sergio Dalma (que también es cantante, ¿no?) sustituyera a la de Paul McCartney.
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