A medio camino entre la soporífera pedantería de Rosales y la hilarante perversión de Solondz, Vila se marca esta tediosa historieta con un material narrativo tan escaso como propenso a la autofagocitación. Del tono impostado, ridículo y vacuo puede dar fe la vergonzosa escena entre Suárez e Ycobalzeta, un compendio hediondo de las "virtudes" del cine patrio.
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