Soporífero culebrón ambientado en una Barcelona inverosímil que bien podría ser Méjico Distrito Federal por alguna idiosincrasia que el director ha querido transportar a la ciudad mediterránea. La inoportuna apropiación de elementos propios del moderno cine de terror asiático, el uso caprichosamente ideológico del punto de vista, el empacho de recursos viscerales o la gratuidad de la mayor parte del metraje forman parte de la confitería habitual de un auteur devenido en marca comercial.
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