martes, 19 de octubre de 2010
Carancho, de Pablo Trapero
Resulta chocante, cuando no ridículo, que la pantalla de un cine tome esas formas alargadas, esas dimensiones gigantescas para enseñar con precisión las imperfecciones cutáneas de los actores. Trapero, buscando acaso la verité de un arriesgado reportaje televisivo de guerra o vaya usted a saber qué, apenas se aleja de ellos, rellenando el objetivo con primerísimos planos. El ritmo decae a causa de banalidades narrativas y repeticiones infructuosas y la historia naufraga cuando parece que va a empezar.
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