
Con la sutileza de un martillo, el director deja bien claro desde el principio que se trata de una película "de miedo". Las letras rojas, la música (incombustible) y todos los detalles convencionales se atropellan los unos a los otros en una historieta que carece de coherencia interna y que se parece (demasiado) a Poltergeist. Un experimento interesante es ver la película sin sonido; los sustos no consiguen ningún efecto y las máscaras y "travestismos" resultan hilarantes. En el fondo, el cine de terror no es más que comedia con efectos THX a toda pastilla.
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