domingo, 21 de noviembre de 2010
Los ojos de Julia, de Guillem Morales
En este desaguisado por momentos hilarante hay que reconocer un gesto del director de honestidad cinematográfica y coherencia con el punto de vista cuando, una vez la Rueda pierde la visión, no se le ve la cara a nadie, lo que lleva a algún que otro contorsionismo óptico. Tenemos a un asesino cuyas razones para cometer sus actos no es que sean ambiguas, oscuras o secretas; simplemente no tienen justificación desde el punto de vista narrativo y es más pesado que una vaca en brazos, apareciendo en todos lados como si dispusiera del don de la ubicuidad, pero no para hacer algo que tenga sustancia o sentido sino, simplemente, para forzar el susto. Y tenemos a esta rubita simpática para un concurso de la tele que sufre lo que no está escrito... pues, de estar escrito (bien, quiero decir) la cosa sería distinta, como mínimo, interesante.
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