
Culebrón decimonónico ambientado en el Milán actual (del que por cierto no aparece ninguna imagen ni del Inter ni del otro). Adicta a esa nueva energía visual italiana descubierta en Vincere, mal aplicada en este caso, tropieza sin embargo con lo que podríamos llamar "el efecto Eastwood", es decir, la inclusión de un momento inverosímil (y tramposo) que acelera el desenlace. La poderosa música de John Adams sostiene hasta el final una historia con dos o tres hallazgos fotográficos y poco más.